La inclusión es el proceso o tendencia a través de la cual se busca integrar a todos los seres humanos dentro de la sociedad.
Su práctica se desarrolla en el contexto de evitar las distinciones entre unas personas y otras, sabiendo que pueden existir diferencias.
La etimología del término deriva del latín “inclusio” o “inclusiōnis”, que hace alusión a la misma esencia, y se contempla como una solución a la problemática que genera la exclusión.
La inclusión es un valor basado en que todos los ciudadanos sean partícipes de la misma unidad y que estos puedan gozar de los beneficios de vivir en comunidad, bajo una sana o respetuosa convivencia.
Dentro de los grupos siempre existen personas con mayor vulnerabilidad al rechazo, segregación o marginación.
La justicia social demanda que el trato y las oportunidades sean iguales para todos los individuos sobre la tierra, de forma tal que no exista discriminación.
¿La inclusión es un derecho?
Tener una sociedad inclusiva depende de todas las personas que la integran, pues en la práctica, cada ser es responsable de involucrar o no marginar la presencia de otro de sus iguales.
Sin embargo, la preferencia de algunos, producto de sus faltas de consciencia, hace que la ejecución de esta labor no sea precisamente como lo describen las teorías.
En ese punto, entra en acción el Estado, que es garante de los derechos y los deberes de la ciudadanía a través de sus políticas.
Las legislaciones públicas deben contemplar leyes que protejan a los sectores minoritarios de la población y los provean de privilegios.
Los organismos públicos, instituciones y sus voceros deben ser los primeros en promover planes para corregir las situaciones conflictivas que se presentan en la cotidianidad, mientras se promueve el bienestar social y la equidad.
Clasificación
A pesar de que el concepto es el mismo, esta práctica aplica para muchos sectores del quehacer humano. A continuación, la clasificación principal.
1. En lo laboral
En los puestos de trabajo, hay lugar para todos quienes cumplan con las competencias del cargo asignado, pero esto no siempre se cumple a cabalidad.
Aplicar este valor en el ámbito laboral es contemplar el derecho que tiene cada ciudadano de poder ser empleado.
Indistintamente de razas, sexos, orígenes o creencias, siempre que se haga el oficio bien, una persona puede ser contratada.
Sus características, preferencias o saberes personales no deberían ser determinantes para trabajar, siempre que esto no afecte a la empresa.
2. Área educativa
Muchas circunstancias pueden generar problemas de aceptación para otros individuos.
Otro ejemplo es el área educativa, donde no debería haber distinciones, pues todos los seres tienen derecho a instruirse en un entorno formal, para poder aspirar a alguna profesión en el futuro.
Además, un ambiente inclusivo y motivado por la pedagogía genera un valor agregado dentro de las aulas, que preparan para el ámbito laboral y para el funcionamiento de la sociedad como núcleo.
3. Inclusión social
Personas con discapacidades, religiones minoritarias, fuera de los estereotipos o de preferencias sexuales distintas a la heterosexualidad, pueden estar más propensos a la marginación en cualquier aspecto.
La práctica de esta fórmula contempla que estos no estén desfavorecidos y puedan vivir en su característica de persona, sin deudas o implicaciones distintas a la normalidad.
Este valor va de la mano del concepto de igualdad, donde se valora la condición humana y se otorgan las mismas competencias, sin ver más allá de eso.
Ser pobre, rico, alto, flaco, esbelto o fornido tampoco debería ser razón para ser marginado, pues el deber ser es que cada persona destaque por sus méritos, valores y formación ética.